Columna de opinión por José Luis Pereyra, docente, escritor y ganador del Premio Fray Mocho.
Envalentonado porque se encontraba en un canal amigo (TN), Milei hablaba de sus proyectos a futuro y dijo: “Que estalle”. Asombrado, el psicólogo Diego Sehinkman preguntó: “¿Que estalle qué?”. Entonces Milei aclaró: “¡La economía en sí, que estalle!” No sorprende para nada esta declaración del hombre que obedece a “La Embajada”. Ya prometió que, si él llegara a la presidencia de la Nación, eliminaría el Ministerio de Educación (porque “no tiene escuelas”) y el de la Mujer porque “no sirve para nada” (además, Pennywise Milei también es un pelado misógino). El Zelenski criollo no dudaría en dejarnos en bolas, como los indios, o llevarnos a una guerra civil o un conflicto armado contra un país hermano si sus patrones así se lo pidieran. Recuerden que “a río revuelto, ganancia de pescador”, ya sea con “ayuda humanitaria (léase venta de armas) o cualquier otro negocio derivado de la destrucción y sus escombros.
En la nota anterior intenté explicar la historia cíclica de los argentinos: peronismo, antiperonismo; construcción, destrucción; gobiernos democráticos, dictaduras militares; Estado de derecho con justicia social, Estado de sitio con fusilamientos sin juicio previo. Líderes tan serios, adustos y marciales como Lonardi, Aramburu y Rojas eran refractarios a la felicidad del Pueblo e hicieron todo lo posible para derramar odio, temor, balas y cañonazos contra las mismas personas a quienes debían servir. Dentro de las calamidades que esparcieron sobre los argentinos podemos contar el bombardeo a Plaza de Mayo, a la refinería de Mar del Plata, los fusilamientos en los basurales de José León Suárez, el asesinato del líder sindical Manuel Chávez después de que viera cómo violaban a su esposa. Toda esta salvajada, perpetrada por marinos y civiles contra el secretario de la CGT, se hizo frente a los pequeños hijos de la pareja.
Los genios destructivos de la Revolución Fusiladora (1955 a 1958) designaron a la señorita Marta Ezcurra como encargada de desmantelar la Fundación Evita, una herramienta política del peronismo que hizo mucho por la felicidad de niños y mujeres pobres. Esta organización, “que hizo el trabajo social más importante de la República Argentina”, fue tildada por la oposición como un “antro de corrupción populista”. Sin embargo fue todo un ejemplo de administración eficaz y transparente. Cuando “la Fusiladora” auditó las cuentas de la Fundación Evita, no encontró ninguna irregularidad contable. (Jorge Tesan: https://shows.acast.com/historia-se-acabo-la-merluza/episodes/maldita-seas-marta-ezcurra). De este sitio tomé todos los datos que enumero a continuación.
La señorita Marta María Ezcurra Real de Azúa, de rancio abolengo, estaba emparentada con doña Encarnación Ezcurra, primera esposa de Rosas, fue la fundadora de Juventud de la Acción Católica (1931) y luego Directora de Asistencia Social de “la Fusiladora”. Cuando esta gorila (nunca tan bien empleado el término) llegó a la Fundación Evita, ésta contaba con escuelas albergue para niños y niñas, escuelas de enfermería, hoteles gratuitos en distintos puntos del país para que “los únicos privilegiados” (una de las Veinte Verdades Peronistas) del interior del país pudieran conocer el mar, las sierras o las montañas. Sin embargo, a la Ezcurra se le antojó que ese lujo, al igual que la ropa de cama, la vestimenta, la vajilla, la comida de calidad, era un gasto inmerecido para ocuparlo en gente tan pobre. La interventora fue con un grupo de “valientes soldados de la Patria” a las escuelas hogar de la Fundación, hizo desvestir a los niños internos, les quitó las ropas que llevaban puestas, las hizo amontonar en un patio, junto con las sábanas, colchas, toallas, muñecas, pelotas, miles de juguetes y les prendió fuego ante la atónita mirada de los chicos. La razón de tal estropicio fue porque esos objetos llevaban el logo de la institución creada por Evita Perón. Clausuró 200 proveedurías de alimentos de primera necesidad y eliminó el “Plan Agrario”. Luego, la Ezcurra cerró los hogares de ancianos, todas las escuelas albergue, los hogares de tránsito (“porque eran muy lujosos”), dejando a viejos y niños en la calle. Hizo desalojar el Centro de Estudiantes Presidente Juan Domingo Perón para convertirlo en centro de detención clandestino de opositores al régimen militar. También clausuró los planes de turismo social en Mar del Plata, Córdoba y Buenos Aires, “porque eran un peligroso ejemplo de demagogia populista y antidemocrática” (la palabra “antidemocrática” es absolutamente ridícula, pues la que hablaba era funcionaria de una dictadura militar). Hizo arrojar al río Mendoza, la vajilla y cristalería fina de los centros termales de alta montaña de Puente del Inca y Las Cuevas. Hace poco estuve en ambos lugares y el antiguo esplendor es apenas un recuerdo. ¡Gracias, Martita, por tu cristiana bondad!
Así como algunos militares se ensañaron con el cuerpo de Evita (Leer el relato “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh), la señorita Marta hizo lo mismo con la obra más trascendental de la abanderada de los humildes: el Centro de Rehabilitación para Niños Termas de Reyes, en Jujuy, fue desalojado y transformado en un coqueto casino para familias pudientes. La Escuela de Enfermería, donde habían egresado más de 858 profesionales y 430 especialistas, así como el hospital para niños más grande de Latinoamérica fueron cerrados y sus muebles y enseres, quemados en la hoguera o regalados a soldados y civiles que participaron en el saqueo. Destruyó los bancos de sangre que funcionaban en esos centros de salud porque dijo que “contenían sangre peronista”. Como en Europa la poliomielitis estaba causando estragos, la Fundación había comprado pulmotores en prevención de la terrible pandemia. Pero como estos útiles y carísimos equipos también poseían estampado el logotipo de la Fundación Eva Perón, en vez de quitárselo o limarlo, también fueron arrojados a las llamas. ¿Cuántas vidas se pudieron haber salvado si se hubieran conservado esos pulmotores? Ahora debo contar una Ironía del destino, que parece ensañarse con el gorilaje bruto y odiador: Poco después, la peste llegó al país y la Ezcurra, como presidenta de ALPI (Asociación de Lucha contra la Poliomielitis), necesitó los equipos que había destruido en el Hospital de Niños y el Estado (el Pueblo) debió pagar un precio exorbitante por la compra de 31 pulmotores.
Hacer estallar, prohibir, cerrar, destruir, confiscar, privatizar, malvender han sido una constante de los gobiernos antiperonistas y forma parte de la damnatio memorae, es decir, la supresión del enemigo en la memoria colectiva. Esta era una costumbre romana que repitieron los miembros de “la Fusiladora” y sus funcionarios cuando intentaron “desperonizar” al país, prohibiendo nombrar al “tirano depuesto y su cónyuge difunta”. Pero también esconde egoístas intereses económicos y una ideología de clase muy arraigada, violenta y feroz. Recuerdo, por ejemplo al ex juez Bonadío intentando quemar los materiales del Plan Qunitas o cuando Javier González Fraga, ex presidente del Banco Nación por el macrismo, justificó el ajustazo ante el “despilfarro kirchnerista” y dijo: “durante 12 años se hicieron las cosas mal, se alentó el sobreconsumo, le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”. Sin embargo, el económico González Fraga otorgó un crédito millonario a Vicentín, una empresa en cesación de pagos y con dudosa reputación comercial que terminó en quiebra a los pocos meses.
Para “sanear” la economía y evitar gastos superfluos, Macri boicoteó Aerolíneas Argentinas, cerró Tecnópolis, desfinanció el Conectar Igualdad, los planes sociales de viviendas, redujo partidas presupuestarias en salud, desarrollo científico, arte y educación, ¿qué cosas se hicieron con ese dinero ahorrado? Se utilizó para pagar a los fondos buitre y obtener un nuevo crédito ante el FMI. ¿En qué obras se emplearon los 43 mil millones de dólares que Macri pidió prestados? Evidentemente no se usaron para la construcción de viviendas como las que hizo Milagro Sala en Jujuy, ni en el mantenimiento de escuelas albergue, hospitales de niños, asilos de ancianos, ni en planes de turismo social ni en la creación de fundaciones benéficas.
Hacer estallar, prohibir, cerrar, destruir, confiscar, privatizar, malvender, fusilar, no fueron ni son consignas justicialistas. Sin embargo, los militantes del terraplanismo siguen diciendo: “Los peronistas, son lo peor que le pudo pasar a la Argentina. En 70 años, fundieron el país.”
─ ¡Por supuesto, muchachos ─digo, mientras pienso en los payasos que tuvieron al país entre sus garras─, ustedes tienen razón!
Marta Ezcurra y el almirante Rojas fueron muy longevos (95 y 87 años, respectivamente). El peor castigo ante tanta maldad habrá sido observar cómo aquello que intentaron borrar con la damnatio memorae, es decir la obra y el recuerdo de Perón y Evita, se convertía en canonización popular, en iconografía reconocida a nivel mundial. Estos dos Pennywise pudieron ver cómo el odio por ellos sembrado, florecía en amor, música, cuadros, esculturas, libros, películas, historietas y una ópera rock cantada por la mismísima Madonna.
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