Luciano Isaía Rojas fue uno de los militares fusilados el 11 de junio de 1956, en el marco del levantamiento comandado por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco. Lo que sigue es parte de una investigación realizada por el docente y sociólogo Ignacio Journé, al cumplirse un nuevo aniversario de la masacre del 56.
Luciano Isaía Rojas fue uno de los militares fusilado el 11 de junio de 1956 en la Penitenciaría de Las Heras, en el marco del levantamiento comandado por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco. Oriundo de Gualeguaychú, era sargento músico Bastón mayor, principal del Regimiento N°2 “General Balcarce” de Palermo y tenía 33 años cuando fue asesinado por la “Revolución Libertadora”.
Recordemos que el levantamiento del Movimiento de Recuperación Nacional se inició en la noche del 9 de junio en diversos puntos (La Plata, Lanús, Avellaneda, Campo de Mayo, La Pampa, y Buenos Aires) con el objetivo de “Restablecer la soberanía y la justicia social y devolver al pueblo el pleno goce de su libertad y sus derechos” y “restablecer el Estado de derecho mediante la vigencia plena de la Constitución Nacional y el imperio de la justicia en un ambiente de real libertad y pura democracia”, según detalla la proclama de entonces.
¿Quién fue Luciano Isaía Rojas?
Luciano Isaía Rojas nació el 8 de enero de 1923, era uno de los cinco hijos del matrimonio de Lorenzo Fulgencio Rojas y Zulema Elizondo. Sus hermanos se llamaban José María, Juana, Margarita y Jesús. Luciano hizo la primaria en Gualeguaychú y de muy joven decidió ser militar.
Las dificultades económicas, junto a la temprana muerte de su madre, hicieron que, junto a dos de sus hermanos, fueran criados, durante buena parte de su infancia, por sus tíos Edelmira Rojas y Enrique Churruarín.
“El gordo, como le decíamos, creció en mi casa, conmigo y mis hermanos, hasta los 9 o 10 años más o menos. A los 17 ingresó al Ejército Argentino, en el regimiento de Zapadores Pontoneros. Recuerdo cuando le entregaron el uniforme… el Gordo vino corriendo a mostrárselo a mi mamá, que era su tía, pero como su madre. ¡Ah! ¡era muy pintón!... Y cuando desfilaba con la banda del Ejército su presencia era notable, tenía mucha prestancia, hidalguía”, recordó Juana Churruarín, su prima.
Rojas ingresó al Regimiento de Zapadores Pontoneros de Gualeguaychú, que estuvo asentado hasta 1945, y desde entonces su vocación como militar fue creciendo y forjando su identidad. Tiempo después, fue destinado a la guarnición de Campo de Mayo y, luego, pasó al Regimiento N°2 de Palermo. En Buenos Aires conoció a quien sería su esposa, María Teresa Leiva, con quien tuvo dos hijos: Luciano y Eduardo. Para ese entonces ya era definitivamente peronista.
Luego del golpe de septiembre del 1955, que derrocó al presidente Juan Domingo Perón, el creciente recrudecimiento de la represión y la violencia contra el pueblo, fortalecieron su vínculo con los grupos de militares que articulaban acciones de resistencia. Para junio de 1956, Rojas vivía con su esposa y sus hijos en una casa alquilada a una cuadra de la estación Juan B. Justo del Ferrocarril Mitre, en el barrio de Florida, partido de Vicente López.
El 9 de junio de 1956 Rojas estaba de franco, así lo atestigua su familia y su esposa María Teresa Leiva. En el epílogo de Operación Masacre, investigación fundamental sobre los fusilamientos en los basurales de José León Suarez, Rodolfo Walsh se pregunta por dónde estaba Luciano Isaía el día del levantamiento: “Tiempo después hablé con la viuda de uno de ellos, el sargento músico Luciano Isaía Rojas. Me confió que la noche del levantamiento su marido había dormido con ella en su casa”, detalla Walsh.
¡Viva la patria! ¡Viva Perón! ¡Viva el Regimiento dos!
En tiempos de represión, su esposa no abundaría en aclaraciones. Pero, más de seis décadas después su familia aclararía todo el panorama: ese día Luciano Rojas no participó del intento de sublevación en el Regimiento N°2. Pero, como todos los peronistas complotados, ese 9 de junio estaba a la espera de la lectura de la proclama. ¿Dónde? Su casa estaba a pocas cuadras de la (luego histórica) casa de Hipólito Yrigoyen 4519, de donde fueron sacados los fusilados de José León Suárez.
“Mi padre salió esa noche y fue a la casa de la reunión en Florida. Mi madre siempre nos contó eso. Y que luego retornó”, relató Eduardo Rojas, hijo de Luciano, cuando accedió a una entrevista, en 2019. Al no recibirse las noticias del levantamiento, Rojas se retiró a su casa antes de que llegue la policía. Él no murió en los basurales esa madrugada del 10 de junio, fue fusilado por la noche en la Penitenciaría de Las Heras, según el registro de defunción “a las veinticuatro” del 10 de junio.
La ley marcial fue impartida a las 0.32 del domingo 10 de junio. Ya era noticia que los complotados estaban siendo fusilados. Rojas ya estaba de regreso en su casa, con su familia. En él habitaba, hondamente, un sentido de lealtad y honor. “En esas horas, mi padre se podría haberse ido del país, pero decidió entregarse, sabiendo que lo podían matar”, expresa su hijo Eduardo.
Sin dudas, la idea de que sus compañeros mueran pensando que él se había desentendido o los había delatado lo consumía, y entendió que esa atroz posibilidad no lo dejaría vivir. Así es que, horas más tarde, aun previendo los serios riesgos que implicaba su decisión, Luciano Isaía Rojas se presentó voluntariamente ante sus superiores en el Regimiento N°2.
Inmediatamente lo trasladaron a la Penitenciaría de Las Heras. El destino de Rojas y el de otros tantos estaba en manos del teniente coronel Adalberto Clifton Gouldney, jefe del Regimiento N°2, hombre de la “Revolución Libertadora” y, casualmente, también de familia oriunda de Gualeguaychú, (es Gouldney Buschiazzo). Ya estaba decidido: esa madrugada, junto a sus compañeros, los sargentos Isauro Costa y Luis Pugnetti, Rojas sería fusilado.
Antes de encaminarse al final, le dijo a María Teresa Leiva, su esposa, “cerrá bien las ventanas y las puertas. Cuidame bien a los chicos y mandame un beso”.
En la medianoche, fue llevado frente al pelotón. Estaba oscuro, pero varios soldados lo reconocieron y, según los testimonios, algunos se pusieron a llorar. Es que era una persona muy respetada y querida. El clarinete apenas se oía y quien debía fusilarlo bajó varias veces su fusil, hasta que el mismo Rojas le señaló: “no tenga miedo muchacho…apunte acá”, señalando su pecho con mano temblorosa.
“¡Viva la Patria! ¡Viva Perón! ¡Viva el Regimiento dos!”, gritó con fuerza. Fueron sus últimas palabras antes del estruendo final. Así, el sargento músico Rojas, gualeguaychense y peronista, fue asesinado por la dictadura “Libertadora”. Hoy, sus restos descansan en el Cementerio de Chacarita.
La noticia llega a Gualeguaychú
El diario El Argentino del día 12 de junio informó: “Uno de los ejecutados sería de nuestra ciudad”. Y al día siguiente confirmó la noticia en un breve recuadro: “El sargento músico, Luciano Isaías Rojas, ejecutado por estar complicado en el intento subversivo, pertenecía -como informamos ayer- a una familia de nuestro pueblo. En este sentido, una hermana del ext\into\ informó en la mañana de ayer a sus familiares”.
El 14 de junio, el mismo diario confirmó que 19 personas de Gualeguaychú, “de notoria actuación política y gremial durante el régimen anterior”, se encontraban detenidas, sospechadas de participar del levantamiento del General Valle.
Leal a sí mismo
“Mi padre entra al Ejército a los 17 años. Y entra porque estaban pasando hambre, no había trabajo. En el Regimiento de Gualeguaychú, y ya fue a la banda”, relató Eduardo Rojas, hijo de Luciano, quien tenía 45 días cuando su padre fue fusilado.
Luciano Rojas estudió música y aprendió a tocar el clarinete. Avanzada su carrera, fue destinado al Regimiento N°2 de Palermo y, en un baile, en Buenos Aires conoció a quien sería su esposa, María Teresa Leiva.
“Mi madre era peluquera. Después que lo fusilan a mi padre pasamos situaciones muy difíciles. Se aparece el comando revolucionario, de los gorilas. Mi madre ponía cadenas en las ventanas, en las puertas. Nos las pateaban. Y mi madre dormía con un 38 abajo de la cama. Estábamos solos, ella con mi hermanito de 2 años, una hermana de 11 años y yo, de 2 meses”, detalló Eduardo, años atrás, en Baradero.
Muchos años después, Luciano Isaía Rojas recibió su merecido homenaje en la ciudad que lo vio crecer, Gualeguaychú, cuando el 19 de junio de 2019, en un acto de justa reparación histórica, el Concejo Deliberante de la ciudad le rindió homenaje.
Su hijo, Eduardo, resumió la vida de su padre con estas palabras: “Para mí es un ejemplo. Respeto y admiro su decisión. Porque fue leal a él mismo. A la Patria, a Perón, al movimiento, también, pero sobre todo fue leal a sí mismo”.
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