"Cada tercer domingo de junio celebramos en Argentina el Día del Padre, una fecha que nos invita no solo a entregar un regalo o compartir un almuerzo en familia, sino a reconocer, agradecer y alentar a tantos hombres que, silenciosamente, construyen la vida del hogar y la sociedad día a día con esfuerzo y amor..." Por monseñor Jorge Lozano
Publicamos la columna de domingo escrita por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo
Cada tercer domingo de junio celebramos en Argentina el Día del Padre, una fecha que nos invita no solo a entregar un regalo o compartir un almuerzo en familia, sino a reconocer, agradecer y alentar a tantos hombres que, silenciosamente, construyen la vida del hogar y la sociedad día a día con esfuerzo y amor.
Queremos hoy dirigirnos especialmente a vos, papá trabajador, que te levantás muy temprano cada mañana, aun cuando el cuerpo pide un rato más de descanso, para salir a buscar el pan, para sostener el hogar, para no fallar en la responsabilidad que elegiste con alegría y tal vez, también, temores.
En una oportunidad Jesús dijo a los discípulos: “El que trabaja merece su salario” (Lucas 10,7). Varias veces hemos conversado con papás que salen muchas horas a cartonear buscando, con frío o calor, cómo llevar algo a casa. Dios ve tu esfuerzo y no lo pasa por alto. Él te acompaña cuando salís con el cielo todavía oscuro y volvés a veces sin haber sido comprendido, o sin que nadie te pregunte cómo te fue. Pero cada jornada tuya es una semilla de amor sembrada en el corazón de tus hijos. Aunque creas que no te miran, ellos te observan. Te admiran más de lo que imaginás.
La vida de familia no se sostiene sólo con plata. También se alimenta de afecto, de ternura, de momentos compartidos. Por eso, además de animarte en tu lucha diaria, queremos invitarte hoy a no dejar pasar esos pequeños gestos que hacen que un hijo se sienta querido: ayudar a remontar un barrilete, enseñar a andar en bicicleta, jugar juntos al fútbol o a las cartas, acompañar en una tarea escolar aunque no sepas mucho del tema, cocinar juntos un arroz con lo que haya. Pequeños gestos que son grandes momentos, muchas veces inolvidables.
Denis Lord, un novelista canadiense, escribió una vez: “Un padre no es el que da la vida, eso sería demasiado fácil, un padre es el que da el amor”.
Y ese amor también se demuestra con presencia. El tiempo vale más que el regalo más caro. Un rato con vos puede sanar tristezas, dar seguridad, hacer que tus hijos crean en sí mismos.
La ternura de un padre deja huella. Porque no todo es enseñar a ser fuerte: también hace falta mostrar que uno puede emocionarse, pedir perdón, abrazar sin decir nada, acompañar una noche de fiebre o una decepción escolar. Esas cosas, aunque parezcan pequeñas, hacen que los hijos crezcan más seguros, más plenos, más humanos.
En varias oportunidades la Biblia mira el amor humano para enseñarnos acerca de Dios. Fijate cómo reza en Salmo: “Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente ternura el Señor por sus fieles” (Salmo 103,13). El ejemplo del buen padre humano es reflejo del amor del Padre celestial.
Los hijos necesitan afecto, sí, y también guía. Ayudalos a cuidar su salud, a no abandonar el colegio, a tener metas y sueños. Hablales de Dios, rezá con ellos, mostrate como alguien que también busca crecer en la fe. Un papá creyente no es un superhombre: es un hombre que sabe que necesita ayuda, que camina con Dios y que enseña a confiar.
Y recordá esto: aunque tus hijos crezcan, siempre vas a ser su papá. No dejes de estar cerca. Tu palabra, tu abrazo, tu mirada siguen siendo importantes. Incluso cuando no te lo dicen o cuando ya sos abuelo.
En este día también pensamos en los niños que no tienen papá cerca, o que lo han perdido. Vos, papá, podés ser modelo, guía, compañía para algún niño o adolescente que anda desorientado o solo. Mirá a los amigos cercanos de tus hijos y acogelos en tu corazón. Tu manera de ser puede encender una luz en otros. Escribió Friedrich Schiller: “No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos”. Eso es un padre: raíz, refugio, horizonte.
Que en este Día del Padre te sientas valorado, bendecido y acompañado. Que puedas agradecer lo vivido y animarte a seguir construyendo, con tus errores y aciertos, una familia donde haya amor, ternura y fe.
Con mi cariño y admiración rezo por vos. Feliz día, papá. Gracias por todo lo que das.
Agendá este número
3446 535436
Enviá tus noticias, fotos o videos al número agendado
¡Listo! Tu noticia se enviará a nuestros periodistas
Estamos en Facebook danos un me gusta!