Columna de opinión de José Luis Pereyra, ganador del Premio Fray Mocho
El domingo 03/04/22 estuve intentando explicar la relación que existe entre Milei y sus patrones norteamericanos de la Atlas Network Fundation. En pocas palabras: Como Macri ya no tiene posibilidades electorales, ahora es Milei el candidato favorito que EEUU tiene en la Argentina. En el gran país del norte sienten predilección por los payasos y cuando estos tienen tendencias homicidas, mejor para ellos. Lo de homicida no lo digo, por supuesto, por Milei ─¡Pobre hombre, hasta ahora no ha hecho más que ponerse en riesgo él mismo cada vez que imita a Leonardo Fabio o grita incoherencias hasta llegar al borde de la apoplejía!─. Lo digo, ya verán, por los personajes que detallaré más adelante.
La preferencia yanqui por los payasos asesinos es bastante anterior al éxito de “It”, el libro de Stephen King y las dos películas, muy taquilleras, basadas en esa novela. En la ficción, Pennywise es el monstruo que acecha a los niños desde las alcantarillas; en lo que atañe a política sudamericana, los líderes apadrinados por EEUU son quienes causan daño y siembran el pánico. En ambos casos (cine o realidad), estos personajes tan grotescos como sanguinarios, reditúan buenos dividendos y, allí donde hay dinero, EEUU se hace presente.
Estos tipos me causan temor. Se podría decir que sufro de coulrofobia que, según Wikipedia, es el miedo irracional hacia los payasos. Sin embargo lo mío, creo, es bastante lógico si tenemos en cuenta que algunos monigotes puestos a dedo por los yanquis son realmente temibles. Doy ejemplos: Volodimir Zelenski, actual presidente de Ucrania, fue un actor cómico de televisión antes de llevar a su pueblo a una guerra fratricida contra Rusia. Y digo fratricida porque gran parte de la población ucraniana es de origen ruso o está emparentada con familias rusas. El mismo origen televisivo (aunque no como comediante, sino como presentadora) lo tuvo Jeanine Áñez, quien se hizo cargo del Estado Plurinacional de Bolivia por obra y gracia de un sangriento golpe institucional contra el presidente Evo Morales quien, a su vez, había expulsado al embajador norteamericano en Bolivia. Antes de Evo, la influencia de EEUU llevó dos veces al poder a Gonzalo Sánchez de Lozada, el ex presidente “gringo” que ni siquiera sabía hablar correctamente el castellano y que debió huir al país de sus patrones (“invitado” del gobierno de George W. Bush) luego de asesinar a más de 60 personas en la “Masacre de octubre”, en 2003. Juan Guaidó se pavoneó ante el Congreso de EEUU como presidente “encargado” de Venezuela. A pesar de no haber obtenido el cargo gracias a elecciones legítimas, los congresistas yanquis lo ovacionaron de pie, le concedieron la potestad de manejar caudales públicos venezolanos, enviaron armas como “ayuda humanitaria” e incentivaron una guerra civil que finalmente fue evitada por Nicolás Maduro.
A instancias de Donald Trump, el FMI concedió el mayor crédito que jamás haya entregado ese organismo a un país asociado. Lo hizo para mantener en el poder a otro payaso corrupto, sin embargo el pueblo argentino no lo reeligió y ahora debe pagar los platos rotos. Estoy absolutamente seguro de que, si no sabemos distinguir quién es el verdadero enemigo, nuestro destino como país será pagar siempre por los platos rotos. Así ha sido cada vez que aparecen involucrados la embajada de Estados Unidos y sus payasos. Muchos mandatarios argentinos, de nefasta memoria, fueron “amigos” del Gran Hermano del Norte. ¿No me creen? Pasen y lean esta bonita página que hablará sobre la injerencia de EEUU en los asuntos internos de la República Argentina y, de paso, intentará derribar el mito de “los setenta años peronistas”, tan en boga entre los terraplanistas.
Hacia 1945, Spruille Braden era embajador norteamericano en Argentina e hizo todo lo posible para impedir que Perón llegara al poder. La consigna de campaña fue “Braden o Perón”, es decir, se ponía ante el Pueblo la disyuntiva de elegir entre dos opciones: a) se privilegiaban y defendían los intereses de Whashington; b) se respetaban las necesidades del pueblo argentino. Por abrumadora mayoría los electores se inclinaron por Perón y su opción nacionalista. Hasta el día de la fecha esas dos opciones se mantienen vigentes, si no me creen pueden ver los titulares de hoy mismo para advertir como las empresas yanquis presionaron para nombrar como titular del Consejo de la Magistratura al juez Rosatti, un hombre afín a sus intereses. Les decía que Perón ganó en 1945, pero EEUU se tomaría su revancha en 1955.
Vayamos a la foto que ilustra esta nota dominguera: ¿Quiénes son los señores que aparecen en ella? Se trata de un festejo entre vicepresidentes: por un lado el de EEUU, Richard Nixon, y por otro el de la República Argentina, el almirante Isaac Francisco Rojas. ¿Qué festejan? El derrocamiento del gobierno legítimo y constitucional de Juan Domingo Perón. Qué alegría, ¿no? Años después de esa imagen, Nixon llegó a ser presidente de EEUU y debió renunciar cuando se descubrió que había espiado a políticos opositores en lo que se conoció como “Escándalo Watergate”. Hace poco aquí pasó exactamente lo mismo, sin embargo no renunció nadie y todavía no se ha juzgado a ningún funcionario macrista. ¡Maravilloso país el nuestro!
En época de Rojas, Argentina había comprado a EEUU armamento usado durante la Segunda Guerra Mundial: aeronaves, portaaviones, ametralladoras, etc. Parte de esas armas fueron utilizadas contra el Pueblo indefenso que las FFAA debían defender. Por ejemplo el 16/06/55 cuando, en un intento destituyente, la aviación naval bombardeó Plaza de Mayo matando a más de 308 personas e hiriendo a 700. La rebelión fue sofocada y Perón permaneció en el poder. Siempre se quiso “despegar” a Rojas como responsable de la masacre, sin embargo, tres meses después, el 19/09/55, el almirante bombardeó desde el ARA General Belgrano la refinería de YPF en Mar del Plata, provocando el pánico de la población y un número indeterminado de muertos, heridos y daños materiales en viviendas de civiles. Rojas, con un fanático catolicismo, exigía la renuncia de Perón, pues su “siniestra tiranía” había tratado de “ensuciar nuestra fe, nuestros símbolos y nuestras instituciones”. El valiente marino amenazaba con seguir bombardeando las destilerías de petróleo en La Plata y destruir los tanques de depósito del Dock Sur, para lo cual enfiló hacia Buenos Aires con el grueso de la Flota de Mar. Ante el temor de que se causara más daño a la población y para evitar una guerra civil, Perón renunció a su cargo presidencial el día 23/09/55.
¿Por qué causas luchaba nuestro gallardo almirante Pennywise? Dijo: “Los objetivos son la libertad, la justicia y la paz espiritual (sic). Combatimos la opresión, el odio (sic), la corrupción de las instituciones y del mismo sentimiento de argentinidad (sic).” La paz espiritual quedó quebrada con el pánico sembrado en Plaza de Mayo, Mar del Plata, Berisso (que fue desalojada por temor a los bombardeos) y en todos los sitios del país donde hubo resistencia ante los golpistas, quienes aplicaron el fusilamiento como método de persuasión. El odio atribuido al peronismo nunca llegó al extremo de sus opositores porque, a pesar de todas las infamias que se han dicho en su contra, Perón nunca ordenó fusilamientos o disparar contra civiles. En cuanto a la corrupción de las instituciones y el espíritu “justiciero” que los animaba, Rojas y sus amigos solucionaron las cosas muy expeditivamente: suprimieron las garantías constitucionales, cerraron el Congreso y la Suprema Corte de Justicia. En cuanto a la supuesta defensa de la argentinidad, todo se transmutó en sumisión ante EEUU, el endeudamiento con el FMI, el desmantelamiento de la industria nacional, el cierre de fuentes de empleo, la pérdida de derechos adquiridos por los trabajadores, pobreza, persecución política y muerte. Para mejor ilustrar la perversión de este siniestro payaso homicida, cito: “fue artífice de los asesinatos en los basurales de José León Suárez (junio de 1956) y del crimen de Manuel Chávez, secretario de la CGT Regional Azul, muerto en su casa el 22/09/1955 por miembros de la Armada.”
El golpe de Estado contra Perón se autodenominó Revolución Libertadora (1955-1958), sin embargo quedará para la posteridad como “la Fusiladora” por su costumbre de combatir el odio exterminando sin misericordia al rival. Tres fueron los hombres centrales de “la Fusiladora”: los generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu (otros Pennywise de quienes ya les hablaré) y nuestro almirante Isaac Rojas.
A este último gran héroe nacional es a quien levanta la mano, en señal de triunfo, el vicepresidente de EEUU. ¿Por qué, en la foto, se lo veía tan contento? No creo, ni por un segundo, que a Richard Nixon le interesara el futuro o la prosperidad de la República Argentina. ¿Y ustedes?
Si creen que el listado de payasos asesinos termina con el almirante Rojas, Lonardi o Aramburu están equivocados. EEUU se ocupó de conseguirnos otros más crueles y nefastos todavía. ¿No me creen? Ya lo verán.
¿Y qué pasó con el mito de los 70 años peronistas? Por lo pronto diré que “la Fusiladora” y los regímenes siguientes proscribieron el peronismo durante 18 años (desde 1955 a 1973) y que, entre 1976 y 1983, siguieron proliferando los Pennywise uniformados, amigos de EEUU, que torturaron, asesinaron y desaparecieron 30.000 personas, además de provocar la Guerra de Malvinas que costó la vida de 649 argentinos, sin contar los conscriptos que se quitaron la vida luego del conflicto armado. Más tarde hubo ocho años de gobiernos radicales: Alfonsín (1983 a 1989), De la Rúa (1999 a 2001) y cuatro años más de una calamidad llamada macrismo (2015 a 2019). El próximo domingo les daré el detalle pormenorizado de quienes condujeron la República Argentina en las últimas siete décadas.
Resumo esta nota con una pregunta: ¿Qué hubo entre un gobierno peronista y otro? Respuesta: Casi siempre hubo regímenes militares y civiles, muy “amigos” de EEUU, que se encargaron de demonizar al peronismo para instaurar siempre algo peor. Así nos ha ido.
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